EL ORO Y LA ARENA
En el Macuiltépetl entre sus laberintos, pasillos y jardines, hay una cueva que puede enriquecer a los que logran entrar y salir de ella. Esta sólo se deja ver un día al año.
Cierta vez, una señora muy pobre caminaba por el cerro; era la mañana del 24 junio.
La mujer iba preocupada pensando cómo alimentar a su pequeña. Se
sentía muy fatigada y se detuvo a descansar bajo un árbol, de pronto,
enfrente de ella vio una cueva, se levantó rápidamente y entró, halló
muchísimo dinero. Eufórica y astuta decidió esperar hasta el anochecer
para que nadie pudiera robarle. Cuando quiso llevárselo todo, le resultó
imposible, porque estaba con la niña. Decidió hacer dos viajes, dejando
a la criatura en la cueva. Al regresar, recorrió el sitio de arriba
abajo sin encontrar a la nena.
Transcurrió el tiempo, y la mujer se encaminaba diariamente el cerro
sin poder encontrar. Llegó el día de San Juan y la señora como siempre
fue buscar a su hija. Esta vez volvió a ver la gruta, entró ilusionada
para rescatar a su pequeña quien estaba jugando. La madre la cargó y de
inmediato se retiró con ella tomando más dinero. Cuando salieron, y les
pegó el sol, la chiquita se desmoronó en arena.
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